lunes, 4 de enero de 2010

PARA QUÉ ARGUMENTAR CUANDO PODEMOS DESCALIFICAR...

PARA QUÉ ARGUMENTAR CUANDO PODEMOS DESCALIFICAR...



El ejercicio intelectual de la argumentación ha venido a ser reemplazado por argucias y falacias seudo intelectuales, sacadas aún de la mente más despistada para poner en el fuego de las discusiones y el campo de la opinión [política, económica, religiosa, etc] un elemento que brinda satisfacción y confianza, sobre todo a aquellos que a falta de un razonamiento lógico amparado en el más mínimo concepto de la objetividad y la verdad, prefieren utilizar la descalificación personal, como arma infalible dentro de las comunicaciones interpersonales.
 Esto se conoce como una falacia ad hominem.

Encontramos esta definición sencilla que provee la Wikipedia:

La falacia ad hominem consiste en intentar descalificar personalmente a un adversario, en lugar de refutar sus afirmaciones.

De este modo, se puede ilustrar a la falacia ad hominem como un recurso comunicativo bastante deficiente en su base intelectual, ya que se limita a reconocer aspectos que puedan poner en tela de duda la integridad del adversario y sobre esta base descalificar sus argumentos sin necesidad de rebatirlos.
Una práctica muy común en la actualidad, que sin limitar su uso a los políticos o religiosos de momento se hace presente en la cotidianidad entre individuos "comunes y corrientes".

El aspecto más importante de esta falacia, quizá sea el impacto que genera entre la sociedad, que en ocasiones apela a la demagogia para dar credibilidad o no a determinados personajes según sea su actuación y la información que divulguen los medios respecto a dichos personajes.
De modo más sencillo se podría argumentar de la siguiente forma:

“Ese policía de tránsito se atrevió a ponerme una multa por exceso de velocidad, es una injusticia. Lo que el no sabe es que el otro día yo le vi cometiendo una falta, no tiene "autoridad moral".

Observamos entonces como bajo la premisa de la descalificación o la poca "solvencia moral" se pretende dejar sin efecto una ley aplicable para todos [la ley de tránsito por ejemplo] sobre la base de la integridad moral del individuo y no tanto de la valoración justa de los principios establecidos.

En la práctica resulta más complicado entender cuando alguien hace uso de este tipo de falacias, ya que por lo general, el individuo está más dispuesto [o pre-dispuesto] a enfrentar la realidad a la sombra de sus emociones y no de la objetividad, es mucho más sencillo prestar atención a una serie de insultos injustificados, que a un debate organizado, consciente e intelectual [de ahí que gusten muchos de esos programas de "debates" televisivos].

Por otro lado, una falacia ad hominem contará con el apoyo de otro tipo de argucias para poder fortalecer su "consistencia" en un debate, por ejemplo cuando surge la combinación de una falacia ad hominem y un argumento ad verecundiam, donde este último apela al prestigio de cierta personalidad para dar credibilidad a sus palabras sin poner objeción alguna o cuestioamiento.
De esta cuenta escuchamos expresiones como: “Pero usted no es nadie en esta comunidad, no tiene reconocimiento, por lo tanto sus argumentos son inválidos, al contrario mío que gozo de una reputación y reconocimiento.”

Al momento de presentarse este tipo de falacias y argucias, es necesario recalcar más sobre la importancia que tienen los argumentos reales y los hechos que cualquier punto de distracción para mejorar el entorno de debate y fomentar la objetividad en los distintos puntos de discusión.

Por último, hace un par de semanas me vi envuelto en una discusión bastante trivial sobre literatura, algunos aspectos que yo creía deficientes sobre ciertos autores que me resultan en lo personal muy aduladores y que gustan de jugar con las emociones de las personas [demagogia] mientras que mi adversario [en la discusión, claro está porque es mi amigo] defendió por un momento su postura, cuando la conversación tomó un tono más fuerte, resolvió diciendo: “Pero si vos ni sos escritor...”

A veces es mejor reconocer la poca consistencia de nuestros argumentos en vez de enfocarnos en las deficiencias personales de los demás, no hay que mezclar el tocino con las aeronaves.
(http://dividiendoentrecero.blogspot.com)