jueves, 8 de septiembre de 2011

Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (Jean-Jacques Rousseau)

Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres
Jean-Jacques Rousseau


“Del seno de estos desórdenes y revoluciones, el despotismo, levantando por grados su odiosa cabeza y devorando cuanto percibiera de bueno y de sano en todas las partes del Estado, llegaría en fin a pisotear las leyes y el pueblo y a establecerse sobre las ruinas de la república.
Los tiempos que precedieran a esta última mudanza serían tiempos de trastornos y, calamidades; mas al cabo todo sería devorado por el monstruo, y los pueblos ya no tendrían ni jefes ni leyes, sino tiranos.
Desde este instante dejaría de hablarse de costumbres y de virtud, porque donde reina el despotismo, cui ex honesto nulla est spes (39) no sufre ningún otro amo; tan pronto como habla, no hay probidad ni deber alguno que deba ser consultado, y la más ciega obediencia es la única virtud que les queda a los esclavos.
     Éste es el último término de la desigualdad, el punto extremo que cierra el círculo y toca el punto de donde hemos partido.
Aquí es donde los particulares vuelven a ser iguales, porque ya no son nada y porque, como los súbditos no tienen más ley que la voluntad de su señor, ni el señor más regla que sus pasiones, las nociones del bien y los principios de la justicia se desvanecen de nuevo; aquí todo se reduce a la sola ley del más fuerte, y, por consiguiente, a un nuevo estado de naturaleza diferente de aquel por el cual hemos empezado, en que este último era el estado natural en su pureza y otro es el fruto de un exceso de corrupción.
 Pero tan poca diferencia hay, por otra parte, entre estos dos estados, y de tal modo el contrato de gobierno ha sido aniquilado por el despotismo, que el déspota sólo es el amo mientras es el más fuerte, no pudiendo reclamar nada contra la violencia tan pronto como es expulsado.
El motín que acaba por estrangular o destrozar al sultán es un acto tan jurídico como aquellos por los cuales él disponía la víspera misma de las vidas y de los bienes de sus súbditos.
Sólo la fuerza le sostenía; la fuerza sola le arroja. Todo sucede de ese modo conforme al orden natural, y cualquiera que sea el suceso de estas cortas y frecuentes revoluciones, nadie puede quejarse de la injusticia de otro, sino solamente de su propia imprudencia o de su infortunio.
     Descubriendo y recorriendo los caminos olvidados que han debido de conducir al hombre del estado natural al estado civil; restableciendo, junto con las posiciones intermedias que acabo de señalar, las que el tiempo que me apremia me ha hecho suprimir o la imaginación no me ha sugerido, el lector atento quedará asombrado del espacio inmenso que separa esos dos estados.
 En esta lenta sucesión de cosas hallará la solución de una infinidad de problemas de moral y de política que los filósofos no pueden resolver.
Viendo que el género humano de una época no era el mismo que el de otra, comprenderá la razón por la cual Diógenes no encontraba al hombre que buscaba, y es porque buscaba un hombre de un tiempo que ya no existía.
 Catón, pensará, pereció con Roma y la libertad porque no era hombre de su siglo, y el más grande entre los hombres no hizo más que asombrar a un mundo que hubiera gobernado quinientos años antes.
 En una palabra: explicará cómo el alma y las pasiones humanas, alterándose insensiblemente, cambian, por así decir, de naturaleza; por qué nuestras necesidades y nuestros placeres mudan de objetos con el tiempo; por qué, desapareciendo por grados el hombre natural, la sociedad no aparece a los ojos del sabio más que como un amontonamiento de hombres artificiales y pasiones ficticias, que son producto de todas esas nuevas relaciones y que carecen de un verdadero fundamento en la naturaleza.
     Lo que la reflexión nos enseña sobre todo eso, la observación lo confirma plenamente: el hombre salvaje y el hombre civilizado difieren de tal modo por el corazón y por las inclinaciones, que aquello que constituye la felicidad suprema de uno reduciría al otro a la desesperación.
 El primero sólo disfruta del reposo y de la libertad, sólo pretende vivir y permanecer ocioso, y la ataraxia misma del estoico no se aproxima a su profunda indiferencia por todo lo demás.

El ciudadano, por el contrario, siempre activo, suda, se agita, se atormenta incesantemente buscando ocupaciones todavía más laboriosas; trabaja hasta la muerte, y aun corre a ella para poder vivir, o renuncia a la vida para adquirir la inmortalidad; adula a los poderosos, a quienes odia, y a los ricos, a quienes desprecia, y nada excusa para conseguir el honor de servirlos; alabase altivamente de su protección y se envanece de su bajeza; y, orgulloso de su esclavitud, habla con desprecio de aquellos que no tienen el honor de compartirla.
¡Qué espectáculo para un caribe los trabajos penosos y envidiados de un ministro europeo!
¡Cuántas crueles muertes preferiría este indolente salvaje al horror de semejante vida, que frecuentemente ni siquiera el placer de obrar bien dulcifica!
Mas para que comprendiese el objeto de tantos cuidados sería necesario que estas palabras de poderío y reputación tuvieran en su espíritu cierto sentido; que supiera que hay una especie de hombres que tienen en mucha estima las miradas del resto del mundo, que saben ser felices y estar contentos de sí mismos guiándose más por la opinión ajena que por la suya propia.
 Tal es, en efecto, la verdadera causa de todas esas diferencias; el salvaje vive en sí mismo; el hombre sociable, siempre fuera de sí, sólo sabe vivir según la opinión de los demás, y, por así decir, sólo del juicio ajeno deduce el sentimiento de su propia existencia.
No entra en mi objeto demostrar cómo nace de tal disposición la indiferencia para el bien y para el mal, al tiempo que se hacen tan bellos discursos de moral; cómo, reduciéndose todo a guardar las apariencias, todo se convierte en cosa falsa y fingida: honor, amistad, virtud, y frecuentemente hasta los mismos vicios, de los cuales se halla al fin el secreto de glorificarse; cómo, en una palabra, preguntando a los demás lo que somos y no atreviéndonos nunca a interrogarnos a nosotros mismos, en medio de tanta filosofía, de tanta humanidad, de tanta civilización y máximas sublimes, sólo tenemos un exterior frívolo y engañoso, honor sin virtud, razón sin sabiduría y placer sin felicidad.
Tengo suficiente con haber demostrado que ése no es el estado original del hombre y que sólo el espíritu de la sociedad y la desigualdad que ésta engendra mudan y alteran todas nuestras inclinaciones naturales.
     He intentado explicar el origen y el desarrollo de la desigualdad, la fundación y los abusos de las sociedades políticas, en cuanto estas cosas pueden deducirse de la naturaleza del hombre por las solas luces de la razón e independientemente de los dogmas sagrados, que otorgan a la autoridad soberana la sanción del derecho divino.
De esta exposición se deduce que la desigualdad, siendo casi nula en el estado de naturaleza, debe su fuerza y su acrecentamiento al desarrollo de nuestras facultades y a los progresos del espíritu humano y se hace al cabo legítima por la institución de la propiedad y de las leyes.
Dedúcese también que la desigualdad moral, autorizada únicamente por el derecho positivo, es contraria al derecho natural siempre que no concuerda en igual proporción con la desigualdad física, distinción que determina de modo suficiente lo que se debe pensar a este respecto de la desigualdad que reina en todos los pueblos civilizados, pues va manifiestamente contra la ley de la naturaleza, de cualquier manera que se la defina, que un niño mande sobre un viejo, que un imbécil dirija a un hombre discreto y que un puñado de gentes rebose de cosas superfluas mientras la multitud hambrienta carece de lo necesario”


Jean-Jacques Rousseau nació en Ginebra ,Suiza en junio de 1712. Su madre murió cuando él nació, así que es criado por su padre, entonces un pastor en Ginebra, hasta que es recogida por la señora Warren de en Annecy (Rousseau tenía dieciséis años).
Él era un sirviente del Conde y el músico y secretario de la embajada de Venecia.
Se trasladó a París en 1742.
Aquí se presenta un método de notación musical que él inventó, sin éxito. Asistió a la reunión, incluyendo la literatura y Diderot , Condillac, Grimm, D'Alembert, con quien está vinculado. Rousseau escribe artículos de música para la Enciclopedia .
También en París, conoció a Voltaire en 1744..
De 1742 a 1749, Rousseau estaba en París y asistió a filósofos como Diderot , D'Alembert, etc. Participó en la famosa enciclopedia en la redacción de artículos sobre la música.
1749 marca el inicio de la obra filosófica de Rousseau.
En octubre de 1749, Rousseau fue a Vincennes para ver a su amigo Diderot (entonces en prisión) y descubre en el periódico Le Mercure de France, el tema de un concurso organizado por la Academia de Dijon: "Si el progreso de la ciencia y las artes contribuido a corromper o purificar la moral. "Rousseau y participa gana. Tenga en cuenta que el discurso va en contra de las ideas actuales de la época: Voltaire y los enciclopedistas dar por sentada la idea de que el progreso de la ciencia y el arte llevado a la humanidad a la felicidad. Rousseau reúne los elementos de una filosofía opuesta a la cultura de la naturaleza, la virtud y la civilización.
En resumen: el argumento de Rousseau es el antagonismo entre la civilización y la virtud. Esta tesis se desarrolla en dos partes:
En 1753, la Academia ofrece una nueva fuente de competencia: se plantea El Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres.
Con ejemplos históricos (la corrupción de Roma y Constantinopla, en contraste con la pureza de Esparta o el romano Fabricius ), Rousseau sostiene que la ciencia y las artes son responsables por el reblandecimiento de los hombres, de la hipocresía y el mundo la decadencia de la moral.
La segunda parte se basa en la razón para afirmar la vanidad del conocimiento, la inutilidad de los filósofos, la nocividad de lujo y los riesgos de toda la educación que no sea la enseñanza de la virtud.
Sobre el Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres
Origen
En 1753, la Academia de Dijon ofrece una nueva fuente de competencia: "¿Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres, y si es autorizado por la ley natural. Convencido de que "la principal fuente del mal es la desigualdad", convencido de que "aquellos que tratar por separado la política y la moral no se entiende nada en ninguno de los dos" ( Emilio, o la educación , IV), Rousseau ya no se limitan a clamar contra la confiscación de los hombres: para él, el hombre es naturalmente bueno y parece que la empresa con la desigualdad del mal, de identificación.
En resumen: la primera parte del discurso describió el hombre primitivo, en el estado de la naturaleza, antes de la institución de la sociedad. Esta declaración, presentada como una ficción- utopía , es un punto de la felicidad y el equilibrio que sirve como punto de referencia para la medición de la brecha de más o menos del hombre social desde su origen natural.
También permite apreciar la degradación moral del hombre en sociedad. La segunda parte examina el discurso aparece cuando el mal es decir, la desigualdad generada por la propiedad: el hombre se desnaturaliza por la empresa, que es un pacto de asociación para el beneficio de ricos. En este pacto ilegítimo Rousseau propone sustituir un "verdadero contrato" en virtud del cual las personas pueden ejercer directamente su soberanía
Rousseau se vuelve famoso y se retiró a Montmorency.
En 1761 publicó “La nueva Eloísa” , una novela epistolar, entonces, en 1762,publica “El contrato social” y “Emilio”.
Ese mismo año, el Parlamento condenó a “Emilio” por sus ideas religiosas y Rousseau luego huyó a Suiza.
Sus libros fueron quemados públicamente.
Comenzó a escribir sus “Confesiones” en 1765 y regresó a París en 1770, después de permanecer en Londres, Rousseau escribió “Los ensueños del paseante solitario”
Rousseau murió en Ermenonville en julio de 1778. Sus cenizas fueron trasladadas al Panteón en 1794.

Principales obras de Jean-Jacques Rousseau
Ensayos
Discurso sobre la ciencia y el arte (1750)
Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755)
El contrato social (1762)
Emilio o la educación (1762)
Novela
La nueva Eloísa (1761)
Autobiográfico
Confesiones (1765-1770)
Los ensueños del paseante solitario (1776)


(Fuentes:http://www.etudes-litteraires.com/rousseau-biographie)